Se puede caer y no siente nada, se puede cortar y ni se inmuta, se puede quemar y ni se impresiona. Oliver Jebson es un niño británico de tres años que padece una extraña enfermedad.
Cuando
nació, los médicos le diagnosticaron síndrome de Cornelia de Lange, una
dolencia que afecta a sólo uno de cada 50.000 niños y que además de
provocar un retraso en el crecimiento supone que el dolor no forma parte
de su vida.
Oliver no siente dolor por nada, por eso la obsesión de sus padres por que no se golpee ni se caiga roza todos los límites. El cuidado debe ser extremo porque el pequeño no es consciente del peligro que puede soportar.
"El otro día se cayó y uno de los dientes se le clavó en el labio superior. Ni siquiera se inmutó", ha asegurado su madre al Daily Mail.
Cuando nació, los expertos no le dieron más de dos años de vida, pero tras varias operaciones y mucho esfuerzo y voluntad de superación Oliver pronto cumplirá cuatro años.
Mientras su hermano mayor se muestra orgulloso de él. "Estoy muy orgulloso de mi hermano pequeño. Sé que está enfermo pero cada vez está mejor. Siempre voy a cuidar de él" sostiene Lewis de sólo seis años.
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