Las tiendas de discos, por tiendas no entiendan grandes superficies, los videoclubs o las librerías son espacios necesarios. Templos de la cultura, lugares de culto y peregrinaje que poco a poco van desapareciendo porque les cuesta encontrar su hueco en la nueva sociedad de un siglo XXI ligado al consumo masivo, instantáneo, poco profundo por la sobreexposición a la que nos vemos sometidos.
Ir a una tienda de discos siempre fue una de las más gratas experiencias de la semana, y lo sigue siendo. Ahorrar unos duros, ahora unos euros, bajar a la tienda, saludar al dueño por su nombre y ponerse a charlar un rato, conversar de canciones, de novedades y reediciones. Dejarse aconsejar, preguntar, reservar un álbum, pedir uno descatalogado y esperar ansioso a que llegue. Durante años la gente ha descubierto música gracias a las tiendas de discos, a las revistas de música y a los amigos. Poco a poco van desapareciendo las tiendas y las revistas y las charlas con los amigos se sustituyen por enlaces de YouTube, de Emule o de descargas directas... en correos electrónicos cada vez más escuetos. O también en foros dedicados, donde la frialdad de la tecla intenta sustituir al dueño de esa tiendecilla de música. Los tiempos cambian, a veces para bien, la tecnología ha sido una bendición para los melómanos, pero la evolución deja a cadáveres por el camino.
De las dos formas tenías tu LP o CD, tu eliges cual es o era mejor.
De las dos formas tenías tu LP o CD, tu eliges cual es o era mejor.
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